Amo las canciones estilo “finales de películas gringas”. Una mezcla entre pop, grunge y rock; que inevitablemente hacen recordar momentos románticos del pasado, pero aunque sean tristes y dolorosos, se recuerdan con alegría, y pensamientos de superación. Un estilo Nice to know you de Incubus, que entre golpes de batería y guitarras chillonas, suelo decir en voz baja: “Fue un lindo amor…” Pero aún con pensamientos sin turbulencias, la condena persiste al momento de saber de él; ese revoltijo de estómago que no tiene explicación, que me encantaría dejar de sentir, y que me deja peor de lo que había logrado sentirme.
Fumando (como es de costumbre entre cuestionantes y problemas sin resolver) podría resumir entre tanto fracaso amoroso que... “Siempre se debe mirar hacía el futuro con la cabeza bien en alto y saber que hiciste y diste lo mejor… Que si las cosas no resultaron no fue tu culpa…” como dice Melón.
Pero, ¿Y los pensamientos y recuerdos que quedan?. Esa maldita costumbre, esa maldita manía sadomasoquista de pensar e imaginarse como serían las cosas si no hubiese dicho o hecho tal cosa: Saber que está con otra, que quizás lo hace más feliz de lo que tú pudiste; del tiempo que ella tiene con él que no tuviste; esas llamadas por teléfono de dos horas que parecían cinco minutos; besos de perdón entre llanto y lágrimas; caminos de la mano como si nada importara más; noches ideales de luces santiaguinas recostadas con el éxtasis de estar juntos …
“Algún día…” -Me dijo-: ¿Que haría el “Bueno” si le derrumban todo lo que tenía construido, todas esas promesas (que quién sabe si algún día se cumplirán)?, que aunque fuera un castillo sobre nubes, era habitable; fue habitable por meses, noches enteras y desayunos regaloneados. Un castillo sin horarios, sin tiempos que cumplir, un castillo que demoró dos años en ser habitado, pero que (quiera o no) está ahí, esperando por el gran caos que son juntos.
Y entre si y no: “…Goodbye, and nice to know you…” hasta que sea necesario para poder volver a amarte.
Fumando (como es de costumbre entre cuestionantes y problemas sin resolver) podría resumir entre tanto fracaso amoroso que... “Siempre se debe mirar hacía el futuro con la cabeza bien en alto y saber que hiciste y diste lo mejor… Que si las cosas no resultaron no fue tu culpa…” como dice Melón.
Pero, ¿Y los pensamientos y recuerdos que quedan?. Esa maldita costumbre, esa maldita manía sadomasoquista de pensar e imaginarse como serían las cosas si no hubiese dicho o hecho tal cosa: Saber que está con otra, que quizás lo hace más feliz de lo que tú pudiste; del tiempo que ella tiene con él que no tuviste; esas llamadas por teléfono de dos horas que parecían cinco minutos; besos de perdón entre llanto y lágrimas; caminos de la mano como si nada importara más; noches ideales de luces santiaguinas recostadas con el éxtasis de estar juntos …
“Algún día…” -Me dijo-: ¿Que haría el “Bueno” si le derrumban todo lo que tenía construido, todas esas promesas (que quién sabe si algún día se cumplirán)?, que aunque fuera un castillo sobre nubes, era habitable; fue habitable por meses, noches enteras y desayunos regaloneados. Un castillo sin horarios, sin tiempos que cumplir, un castillo que demoró dos años en ser habitado, pero que (quiera o no) está ahí, esperando por el gran caos que son juntos.
Y entre si y no: “…Goodbye, and nice to know you…” hasta que sea necesario para poder volver a amarte.